Más de una vez me ha salvado las papas (y me ha enseñado también)
Hace más o menos un año,
fuimos al Parc Central, el Centro Comercial de Tarragona,
a comprar el regalo de cumpleaños de uno de mis sobrinos.
Aprovechamos que teníamos una consulta con un médico,
y luego pasamos por allí
(y ahora estoy recordando que tengo que comprar de nuevo ese regalo, ¡para este año!).
Para evitar problemas, les advertimos a las niñas que solo íbamos a buscar eso,
y nada más. No compraríamos ninguna otra cosa.
Nomás entrar al Centro Comercial, nos dividimos:
la mayor conmigo, la más peque con el papá.
Porque ir los 4 juntos es lento, siempre surge algún problema,
alguien quiere ir a ver otra cosa…
En cambio así, es más fácil.
Vale, te sigo contando.
Una vez conseguido el objetivo, nos reencontramos.
Mi esposo estaba con la cara desencajada.
La peque estaba roja de bronca y llanto.
¿El motivo?
Ella quiso comprarse una botella para llevar el agua a la escuela, y él no se lo permitió.
Los argumentos en contra:
- habíamos acordado que solo comprábamos el regalo para el primo,
- estás terminando la escuela, para qué la vas a comprar ahora,
- es cara, y ya no te queda suficiente dinero tuyo (las dos tienen dinero propio, que les regalan nuestros parientes de Argentina para sus cumpleaños, día del Niño, etc.)
Los argumentos a favor:
- ¡es muy linda!
- ¡me gusta mucho!
- ¡quiero tenerla!
(era esperable algo así, ¿no?)
Vale,
decidí aceptar que me lleve a ver la fantástica botella.
Era verdad, era linda, y sí, era más cara de lo que normalmente gastaríamos, pero en serio era bonita y de buena calidad.
Y para el próximo curso escolar sí que le venía bien.
Admití la compra, con la condición de que no la usaría hasta el nuevo comienzo de clases.
Ella aceptó.
Mi esposo y mi hija mayor, desaprobaron mi actitud con cara de “ella es una consentida y tú no tienes autoridad”.
No me importó.
Porque había una razón, que es lo que te quiero compartir hoy.
Y ahora,
te traigo al presente. A hoy, casi mediados de junio.
A punto de terminar el curso escolar, ¿sabes qué botella está usando mi niña?
Esa. La del escándalo.
Le duró el curso completo (y mi niña pequeña no se caracteriza por ser cuidadosa).
Y aquí viene lo que te importa a ti:
Te quiero compartir que dentro tuyo tienes una gran ayuda a la hora de tomar decisiones.
¿Sabes qué es?
La intuición.
Cuando mi hija lloraba desconsolada porque quería esa botella, me di cuenta de que no se trataba de un capricho.
Lloraba con dolor, y mi intuición me dijo “está bien, que se la lleve. Va a salir un buen aprendizaje de aquí.”
Por eso accedí.
Porque era lo correcto.
Así que recuerda, ante una decisión difícil de tomar en el momento, porque sus posibles consecuencias son fuertes, o porque simplemente no tienes mucho tiempo escucha a tu intuición.
(Y no te compares, por favor. Lo que para otro puede ser una pavada, para ti puede ser muy importante)
Escucha a tu intuición, es una gran sabia.
Y te enseña de todo, desde cositas simples a muy profundas.
Y si tu intuición te está diciendo que deberías consultarme para que te dé una mano con la comunicación de tu negocio, o con tu estrategia en LinkedIn, yo creo que debes escucharla y completar este formulario.
Consultarme no es contratarme, no te preocupes.
Que yo también escucho a mi intuición.
Un abrazo,
María
PD: el formulario es necesario para que yo evalúe si te puedo ofrecer algo. Para que no gastemos tiempo en una reunión en caso de que yo no te pueda dar lo que tú buscas.